lunes, 2 de abril de 2018

2018

No sé ya dónde y qué escribo sobre un cada vez mayor precipitarse de hechos cuyo inicio debo fechar sin más retraso: julio 2, 1988. "Son asesinados Xavier Ovando y su ayudante Román Gil, del equipo de campaña del candidato presidencial Cuauhtémoc Cárdenas", dice el titular. 
No teman, nietos. No voy a llevarlos de aquí para allá entre treinta años -vaya casualidad: un número cerrado; ¿el horror tiene plazos?-. Necesito, sí, reubicarnos.
Muchos años luego Guillermo González Calderoni, llamado por las autoridades estadounidenses el Elliot Ness mexicano, afirmará que el asesinato de Ovando se lo ordena Carlos Salinas de Gortari a Juan García Abrego, jefe del cártel del Golfo. ¿No tiene información de ello Fernando Gutiérrez Barrios, la figura omnímoda de la Secretaría de Gobernación en su cuarto sexenio allí?
¿El capo negocia las ejecuciones con quienes también largo tiempo después son instruidos formalmente por los hechos: Javier Serrano Sixtos, agente de la Policía Judicial en el estado de Michoacán, y su hermano Jaime, más tarde jefe de la unidad antisecuestros de la policía ministerial de Guanajuato, según esto en íntima relación con una banda de secuestradores?
Calderoni será acusado a su vez por Miguel Ángel Félix Gallardo, El Padrino, fundador del cártel de Sinaloa, de operar con “sus superiores inmediatos” el inaugural gran acuerdo entre altas esferas del gobierno federal y los narcotraficantes, a través de un reparto de plazas a comienzo de la década de 1980.
En realidad cuando es perseguido se le imputa una interminable serie de actividades criminales. Por ejemplo, combatir al cártel del Pacífico a favor del propio García Ábrego y su gente.
Esta casa del horror tiene muchos rostros, quedamos. Hoy uno, siempre dominante, opaca por entero al resto.
La foto tiene sentido símbolico, pues Peña Nieto y los diecinueve gobernadores priistas electos en 2012 son una pequeña parte de nuestra gran mafia. ¿Solo sentido simbólico, seguro? 
No, yo, si sumo a unos cuantos estará completo el cuadro que conduce a la eclosión.
Esperen, agrego a quien se cree personaje del Paraíso Perdido y cabría en la Taberna de Moe. 
Por gusto personal, permítanme otro chiste: Rosario Robles, Creel por segundo apellido,una vez próxima, segura presidenta nacional representado a la izquierda -ahí el quid, ¿cierto, chata?
Uno más, anden. Recién lo exhibieron en sus negocios con la "obra faraónica" del régimen.
SIGUE
Mentí y ahí quedó esta repetitiva nota. Vuelvo un año después para no sé bien qué -poner acentos, parece, jeje. 
El tono desenfadado indica mi pobre conocimiento sobre la violencia en México. Me atrevo a tocarla como hice los libros sobre Digna Ochoa y Julio César Mondragón: por profundizar sus casos con ayuda de quienes más saben y no son escuchados o divulgarlos y darles contexto.     
En 2018 esperaba un posible, inútil baño de sangre para evitar el triunfo obradorista. Creo que en cierto, breve momento hubo la tentación. No me explico sino el Haiga sido como haiga sido dicho por José Antonio Meade seis días antes de los comicios, aludiendo a una frase de Felipe Calderón tras su fraudulento triunfo en 2006. 
Se pactó para evitarlo y así salvarle el pellejo al propio candidato priista y a muchos otros cleptócratas, creo sin que desde luego importe cuanto piense, pues afortunadamente no pertenezco a esa en general impresentable raza de los opinólogos. 
Mis archivos están repletos de información que no emplearé porque tampoco soy periodista y respeto a los profesionales comprometidos cuyo corto número basta para tenernos al tanto sobre estos temas.
Historizo tocando una cuestión oculta entre doscientos mil cadáveres y cuarenta mil desaparecidos, según datos que no incluyen a las víctimas anteriores al año 2000. 
Hablé ya sobre los suicidios, que en México y el mundo representan hace años la segunda causa de muerte para quienes tienen entre quince y veintinueve años de edad, por motivos relacionados sobre todo con incertidumbre laboral o económica. Es pública, además, la incidencia de ésta en los jóvenes que ingresan al crimen organizado. 
Por buenas fuentes conozco un ilustrativo caso: los asesinatos en el estado de Guanajuato, hoy súbitamente superiores a cualquier otra entidad. La zona más afectada coincide con el cinturón que maquilas industriales desarrollan ahí. Contratan a jóvenes por salarios menores a la pobrísima media mexicana, que tienden a desertar pronto. En Abasolo y alededores se asociaron con población diversa para crear un cartel local y el dominante en esa región y las cercanas no iba a permirtirlo. 
Era domingo, según recuerdo, cuando filas de transportes armados entraron a la pequeña ciudad.
-Guárdense, el asunto no va con ustedes -dijeron a los pobladores y dispararon nutridas ráfagas en puntos fijos. 
Estallaba así una violencia cuyo correlato era la ejercida por plantas que ofrecen empleos desquiciantes, como estar a solas ocho o diez horas en áreas robotizadas. 
Para entonces la zona industrial había visto crecer los feminicidios en cifras exponenciales.        
SIGUE