domingo, 19 de julio de 2015

¿Un periodo clave?

A mediados de 2002 se entrevista a Montemayor sobre el posible vínculo entre el estado de Guerrero y la muerte de Digna Ochoa el 19 de octubre anterior.
-¿Estamos hablando de un fenómeno de colombianización de Guerrero?
-No, todo lo contrario. La colombianización ocurre primero porque no había un gobierno central eficiente ni aceptado en Colombia. Segundo, porque hay un dominio territorial total de las guerrillas. Tercero, porque es imposible para fuerzas policiacas y militares oponerse tanto a los grupos guerrilleros como a los clubes de delincuentes armados que constituyen las fuerzas paramilitares colombianas.
“Esto no ocurre en México ni hay manera de establecer paralelos con Colombia. Lo que estamos es ante el caso típico que debemos llamar estado de Guerrero.”  
El escritor ve allí un entramado de cúpulas policiacas, militares, de narcotráfico, de derrame de los fondos públicos..., cuyos poderes no sabemos cómo se van “distribuyendo, respetando o tensando”. Y agrega: “Ese mapa es clandestino” y no lo conoce nadie, ni siquiera los sistemas de seguridad nacional, excepto quizás y sólo en cierta medida la inteligencia militar.
El caso de Digna, quizá la más terca defensora de derechos humanos, conmocionó a un país donde, tomando prestado el título de un extraordinario cuento, la muerte tenía permiso pero estaba a años luz de ese amargo pan de cada día que nos dan hoy. Digo “muerte” y no “asesinato”, pues la investigación fue grotescamente torpe y malintencionada y sigue exigiendo se rehaga. 
Hablamos de fines del año 2001 y de mediados de 2002, en cuanto a la entrevista a don Carlos, y no de un tiempo perdido en la memoria. Sin duda quienes entonces eran niños o niñas se asombrarán del efecto que un crimen solitario causó en la conciencia pública. Lo harán también con las palabras del escritor que ve en Guerrero los avances, y sólo eso, de un proceso que en una década cubriría, magnificado, al grueso de la república. 
Recordar la muerte de la abagada veracruzana representa más que un acto de justicia. Él y una serie de sucesos acontecidos en el año y medio alrededor, tal vez son una de las claves de la brutal escalada de la violencia.
Hasta marzo de 2002 la brutalidad que se relaciona con las mafias tenía su cumbre en quien llamábamos el Mochaorejas por las crueles pruebas de vida entregadas a las familias de sus secuestrados. Entonces se produjeron las primeras decapitaciones. Meses antes, en mayo de 2001 "un comando de hombres armados con AK-47" de madrugada asalta "con tácticas militares a las instalaciones del Palenque de la Exposición Ganadera" el municipio de Nueva Guadalupe, Nuevo León. Nada hasta ese momento en el país se compara a la acción. Los protagonistas son los Talibanes, brazo ejecutor del cartel de Juárez que, conforme a los dichos, va tras jefes de los Zetas, su similar de reciente creación en el cartel del Golfo. De ambos el gobierno niega lo después bien sabido: los formaron ex militares que pertenecían a cuerpos de elite nacidos tras la firma del TLCAN y el levantamiento del EZLN. Proceden en particular del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE), partícipe en la masacre de El Charco, y en cuanto a los Z el paso se dio a través de la agencia en Tamaulipas de la Policía Federal Preventiva, organismo cuyo nacimiento en 1999 trasgredió las bases constitucionales, conforme a expertos en derecho.
Obviamente hay un parteaguas con el fin de la hegemonía priista en la primera magistratura del país, gracias al triunfo electoral de Vicente Fox en 2000. Este empresario fracasado que se hizo popular por el "francote" estilo, no sustentaba su apoyo en el partido al cual pertenecía, el PAN, sino en un amasijo de grupos de poder: los amigos de Fox. Desde luego no faltaban en ellos los del régimen priista recién desbancado. Tengamos presente la premura con que el presidente Ernesto Zedillo reconoce el triunfo electoral foxista y sus futuras conexiones con la vida nacional (¿en 2015 es el asesor de EPN?) y grandes consorcios internacionales y organismos rectores de la economía mundial: Procter and gambleAlcoa, Union Pacific, PRISA, Fundación Bill & Melinda Gates, Club de Madrid, programas de las Naciones Unidas relacionados con el financiamiento a los países en vías de desarrollo.
El Chapo Guzmán escapará del penal en que se encuentra desde 1993, a mes y medio de la entronización de Vicentico. ¿Eso precipita la violencia entre las mafias? En apariencia, sí, por el predominio del capo sinaloense, mimado por la pareja presidencial según muchos afirman, y que pasando a un nivel superior en sus negocios empuja la radicalización de otros cárteles.  
En cualquier caso las firmísimas bases de la violencia sin coto se sentaron dos sexenios atrás, con Carlos Salinas de Gortari. Para ilustrar acerquémonos a quien en el periodo se nombra empresario modelo.     
Los especialistas encuentran en él la mejor ejemplificación de las fortunas que surgen en un tris, debido a la transferencia de empresas públicas, las prácticas de una ominosa ilegalidad y el lavado de dinero.
Se llama Carlos Cabal Peniche, pertenece a una extensa familia de comerciantes tabasqueños emparentados con políticos de mediana estatura, y apenas termina la carrera y hace contactos en la Universidad Iberoamericana del DF, en 1983 recibe los negocios en desgracia de su padre.
Inicia la época de oportunidades únicas para quien es osado y dispone de recursos y relaciones, y a ello podría atribuirse el rápido progreso cuando marcha a Ciudad del Carmen, Campeche. Cuando menos al principio, en que funda cinco empresas mayoritariamente orientadas a las actividades del mar. Con una de ellas incursiona en la exportación de camarones, poniendo un pie en los Estados Unidos.
Las cosas empiezan a oler mal una vez que de ellas nace su “joya”: Eastbrook Ltd. Se trata de un “grupo de compañías que funciona en todo el mundo como una comercializadora mundial-traiding al estilo de las Sogo-Shoshas japonesas que desarrollan inteligencia (espionaje) comercial con oficinas en Zurich, Londres, HongKong, Nueva York, Los Ángeles, México, Santiago de Chile y Buenos Aires”.
Recibe un crédito del Citybank por ochenta millones de dólares, nunca después cubierto, y en Australia se le expulsa como “criminal comercial o financiero”.
El consorcio no está asociado a las diecisiete causas que la justicia mexicana emprenderá contra él a partir de 1994, y aun así despierta sospechas. Los rumores afirman que sus compañías no tienen valor real y que sirve de prestanombres a uno de los hijos del presidente Miguel De la Madrid o a Carlos Hank González y Raúl Salinas de Gortari.
El próximo salto resulta ya por completo inexpicable en términos económicos: la compra al Estado, en tanto accionista mayor, del Banco de Crédito Hipotecario, y la de la empacadora y comercializadora Del Monte, convertida de inmediato en una trasnacional cuya producción por año alcanza los 560 millones de dólares. A partir de la última maneja una treintena de empresas frutícolas.
Según un informe de los servicios de inteligencia estadounidenses, el verdadero objetivo es acondicionar puertos de Chiapas y hacerse de tierras en Guatemala y Costa Rica, para el traslado de la mercancía que el cártel de Sinaloa mueve desde Colombia por mar, vía predilecta del narcotráfico.
Esta historia refleja bien al México que se crea. Rompieron el tejido social y desarticulan al Estado, dicen con angustia la izquierda política y los movimientos populares. Denuncian la brutal caída del empleo y los salarios, el fin de las conquistas agrarias y la "recampesinización de las políticas públicas", y así el cómo es cada vez más subestimado el trabajo; la pobreza en aumento, la inseguridad pública que crece geométricamente; el individualismo voraz y el consecuente desprecio a lo comunitario, inculcados por las instituciones, y la informalidad.
"Cada vez es más claro que el capitalismo de nuestros tiempos funciona en un doble carril. Por un lado tenemos la sociedad formalmente reconocida, con su economía, sus modos de organización y confrontación y su moralidad; y por el otro crece aceleradamente una sociedad paralela, con una economía calificada genéricamente de ilegal, y con una moralidad, modos de organización y mecanismos de disciplinamiento muy diferentes."
Esta caracterización está muy extendida en nuestros días y contraviene la lógica en la que nos formamos las generaciones del siglo XX. Para nosotros el caos real o aparente es contrario al crecimiento económico, no importa de qué sociedad se trate. 
Cuando la noche de Iguala me pregunté ingenuamente cómo los dos espectaculares proyectos mineros de los municipios connurbados a esa ciudad convivirían con el desastroso panorama que creaban pequeños cárteles, fuerzas y funcionarios públicos sin control. 
Rey de Plata, grupo Peñoles, es el primero de ellos, ya en arranque, y el segundo, la mina de oro más rica en América Latina y parte de un largo, vasto cinturón, perteneciente a una empresa canadiense. 
Ahora descubro al trabajo esclavo o semiesclavo como uno de los instrumentos socorridos por los grandes capitales, en esa rama y otras: la industria fabril, la agricultura... 
No encuentro quejas de Peñoles o la Guadalupe SA de CV sobre el 26 y 27 de septiembre ni ningún otro acto de violencia, más que episódicamente. 
Quienes no lo vivieron entenderán con dificultad el efecto profundo del horror durante el salinismo. O tal vez en algunos casos. ¿Conciben el asesinato de un virtual presidente entre miembros del Estado Mayor Presidencial, que casi sin duda están involucrados? 

Los funcionarios de seguridad pública, la violencia y el crimen organizado en los inicios de nuestros neoliberales tiempos

Al preguntársele a Sergio Aguayo en 2002 sobre el poder político que en su abundancia se precipita con descaro a actos criminales, luego de una recapitulación histórica encuentra el caso emblemático de Javier Coello Trejo.
A este fiscal de hierro de la procuraduría general de justicia a partir de 1988, Calderoni rendirá cuentas desde entonces. En su gestión se le acusa de más de ochocientas violaciones a los derechos humanos. Algunas repiten el proceder en Chihuahua durante los interrogatorios a una pareja de acusados que no se reconocen como narcotraficantes: Armando Prado Mena fallece por las lesiones de la tortura y a Emiliano Olivas Madrigal lo arrojan desde un sexto piso.
Tres casos desbordan las fronteras: el asesinato de Norma Corona Sapién, la compañera de oficio de Digna Ochoa que en Sinaloa investiga la responsabilidad de un subalterno de Coello en la muerte de cuatro personas y los hermanos Quijano Santoyo.
En el tercero, al amanecer un grupo de agentes baja de una Suburban roja y un Topaz sin placas, y allana las casas de tres estudiantes venezolanos y de un abogado. Al día siguiente la esposa de unos de los jóvenes acude a las oficinas de la Judicial Federal y ve la caminera. Veinte días después en una fosa de dos metros de profundidad aparecen los cadáveres de los cuatro secuestrados, con huellas de tortura y orificios de bala.
El tipo de hombres causantes de estos actos forma la escolta del subprocurador de delitos contra la salud, a la que al poco se le comprueba un para ella alegre jugueteo en el sur de la ciudad de México: ultrajar mujeres. Diecinueve son animadas a levantar cargos. Ni eso ni las recomendaciones de organismos nacionales e internacionales le valdrán castigo directo o indirecto al hombre que Salinas encargó para dar el primer, trascendental golpe dentro del régimen, apresando a Joaquín Hernández Galicia, la Quina, el poderosísimo líder del sindicato petrolero.
En 1993 y para escapar en unos años, cae preso Joaquín el Chapo Guzmán. Las primeras versiones, desmentidas luego, aseguran se encontraba en un rancho de Coello.
El fiscal de hierro parece un personaje que ilustra a la perfección cómo la violencia del régimen priista muda con el peculiar neoliberalismo autóctono. Un periodista de su nativo estado de Chiapas, resume así la historia previa:
“…tuvo, desde sus inicios como agente del Ministerio Publicó en Chiapas, fama de ´duro´, de arreglar sus asuntos por la fuerza pasando por encima de leyes y autoridades. 
“Según el expediente elaborados por  las instituciones de inteligencia del país, el cual consta de mas de 100 paginas, dentro de sus actividades políticas, afiliado al PRI, tuvo cargos administrativos en los gobiernos estatal y federal…
“En Chiapas fue agente del Ministerio Publicó del Fuero Común; secretario general del procurador general; director de la Policía Judicial Estatal en la Procuraduría General de Chiapas; agente del Ministerio Publicó Federal Especial; secretario general de Gobierno en el periodo Absalon Castellanos Domínguez en 1983, de donde es destituido en 1984…
“Su fama como hombre rudo empezó en 1977. Es entonces cuando el presidente de la republica José López Portillo lo designa fiscal especial para el combate a la corrupción, en donde dirigió las investigaciones para consignar a Fausto Cantu Peña, exdirector del inmecafé; Félix Barra García, ex secretario de Comunicaciones y Transportes. Todos ellos funcionarios durante el régimen de Luis Echeverría Álvarez.”
De una dureza y una ambición singulares sirve al régimen tradicional, en resumen, de gran látigo presidencial que castiga a los funcionarios incómodos. Las mudanzas sexenales lo envían de regreso a su estado “ya con fama de rudo”, en carácter de secretario de gobierno del nuevo mandatario local, Absalón Castellanos, de triste recuerdo para sus paisanos, entre otras cosas por los golpes a una movilización campesina sin precedentes próximos, en la misma región de Los Altos donde surgirá el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Por el cargo, Coello sin duda tiene en ello un papel de primera línea, que no incluye el periodista a quien citamos.
¿Hablamos de un fenómeno nuevo en el México que desde los años cuarenta es la "dictadura perfecta"? Sí y mi trabajo no está en capacidad de explicarlo según se debe: responde con generalidades e ilustra, sobre todo. 
Por esos tiempos Carlos Montemayor, a quien citaré frecuentemente, escribe La guerra en el paraíso, una novela testimonial sostenida por abundantísima, confiable documentación que el Estado mantiene en secreto. Es sobre la primera etapa de la guerra sucia en Guerrero, durante el periodo 1969-1979. 
Mucho después una Comisión de la Verdad (ComVerdad) guerrerense prueba lo que el escritor recreó.
Entre las muchas prácticas sobrecogedoras registra una detallada por "Gustavo Tarín, quien formó parte del grupo de información de inteligencia de la policía militar dirigido por el general Quiroz Hermosillo, integrado por 100 elementos de la Policía Militar y 40 civiles.” En un momento el alto mando del ejército en la zona lo nombra “Director de Protección y Seguridad Pública del Estado de Guerrero y Subdirector de la Policía Judicial del Estado de Guerrero encargado de las dos costas, y quedó a cargo de la lucha contra la guerrilla”. Según él “de 1974 o 75 a 1981 detuvieron a cerca de 1500 personas, a las que sometían a investigación e interrogatorios en los separos de las oficinas de Policía y Tránsito de la ciudad de Acapulco, Guerrero, que conocían como ´el Metro´, porque era un espacio muy reducido. Que a esas oficinas se presentaban, por encargo del entonces Gobernador Rubén Figueroa Figueroa, varios agentes del Ministerio Público del fuero común para conversar con los detenidos y saber si deseaban amnistiarse (…) Si los detenidos no aceptaban la amnistía, se les llevaba a la Base Militar Pie de la Cuesta. Los guerrilleros, atados y vendados, eran (…) conducidos uno a uno hasta el banquito de fierro que conocían como ´El banquito de los acusados´, y ya en este lugar, se les sentaba con la creencia que los iban a fotografiar.” Una vez allí eran ejecutados por los mandos supremos “con un disparo en la nuca con una pistola calibre 380, que tenía adaptado un “moflecito” (un silenciador). Inmediatamente después se les colocaba sobre la cabeza una bolsa de nailon que se les ataba al cuello para evitar que quedaran rastros de sangre. Siempre se usó la misma pistola, por lo que la bautizaron como ´la espada justiciera´.
“Realizado este procedimiento, generalmente eran 14 0 16 personas, se colocaban dentro de costales de yute, se le ponían unas piedras y se cosían, para después ser transportados en carretilla hasta el avión Arava del Ejército Mexicano que se colocaba en la pista (…) y los conducían a un lugar conocido como ´la Costa de Oaxaca´, por lo que la operación era conocida entre ellos como ´vuelos a Oaxaca´. Había ocasiones en que el avión Arava hacía 3 ó 4 vuelos en una sola noche, aproximadamente de diez de la noche a las cuatro o cinco de la madrugada, para llevar a los cadáveres hasta la costa de Oaxaca. Así fueron ejecutadas o desaparecidas más de 1500 personas.” 
A un mecánico de aviones se “le gravó que en algunas ocasiones se dio cuenta que el personal que supuestamente estaba muerto todavía iba vivo, agonizante y después los tiraban al mar sin que fuera un lugar exacto, pero para tirar los cuerpos al mar el avión bajaba casi a nivel del mar(…) Durante su comisión se trasladó de 120 a 150 cadáveres, pero habría que checar en la bitácora pues podían ser cinco seis, siete, máximo ocho personas cada ocasión”. De acuerdo a este testimonio las personas “eran de todos los lugares, también de buena situación económica, ingenieros, doctores del pueblo, licenciados, de todo tipo. Cuando eran mujeres les ofrecían que si tenían sexo, al llegar a Guerrero las dejarían en libertad y en su caso a los esposos. En algunas ocasiones aceptaron pero nunca, que él viera, las liberaron.”
Antes de los neoliberales tiempos, pues, el Estado mexicano es sobradamente capaz de las mayores brutalidades.
Tampoco resultan por completo nuevos los funcionarios encargados de la seguridad, que hacen negocio con ello. Recordamos a Alfredo Ríos Galeana, un militar de las fuerza de élite contrainsurgente que en los 1970s dirigió el Batallón de Radiopatrullas del Estado de México (Barapem), aterrorizando a la población. 
El tipo se convertiría en el enemigo público número uno del país, al formar una banda de asaltabancos y secuestradores que con frecuencia asesinaba a las víctimas. Pero sintomáticamente lo haría a partir de 1981, cuando el nuevo modelo económico y político empezó a abrirse paso con la candidatura presidencia de Miguel de la Madrid. En 84 lo capturan, dos años más tarde se fuga peliculescamente y da pie así al aire romántico con que luego serán aureolados los criminales.  

sábado, 18 de julio de 2015

Montaigne

“Nuestros ojos son más grandes que nuestros estómagos, y nuestra curiosidad mayor que nuestra capacidad de entender; creemos asirlo todo y apretamos sólo viento.”
Eso escribía Miguel de Montaigne en el siglo XVI.
La casa del horror estuvo antes en un blog. Durante diez meses allí recibió ciento diecinueve mil aprobaciones. Cumplió pues su función sin hacerse libro porque era un material inconcluso. Imposible terminarlo por la rapidez con que se producían los hechos y con que me informaba sobre una variedad de temas involucrados.
Intento ahora algo distinto. Lo hago tras la noche de Iguala, que exhibió los vínculos en pos de los cuales andaba mi trabajo. En éste decía: Casi puedo ver aquí y allá a los agentes de violencias muy distintas compartiendo las mismas quebradas, sendas o montes, o las mismas calles y centros de recreo y negocio.
El casi lo borraron las sombras entre el 26 y 27 de septiembre aquel y el libro que terminé en cinco semanas a solicitud de la familia Modragón Fontes, sobre Julio César, el joven desollado en vida como mensaje. El texto lo edita ahora la Brigada para leer en libertad.
Al escribirlo fui a dar muy lejos de donde me hallaba antes: a los fondos de la sociedad que hace tres décadas se construye en el mundo y parece devolvernos a 1840, digamos, cuando iniciaba la segunda, moderna etapa colonizadora, o a los tiempos del propio Montaigne, quien hacía la declaración aquella contemplando la primera expansión ultramarina.
Las palabras del francés recordaban una frase de Carlos Marx revisada no hace mucho: “Todo lo sólido se desvanece en el aire”.
La casa debe atreverse ahora a nuevas cosas, con la modestia por delante y unas palabras guía, de Eugenio Raúl Zaffaroni, candidato argentino a encabezar la Corte Interamericana de Derechos Humanos: “En México y América Latina hay un nuevo genocidio en curso. Estamos asistiendo a una auténtica shoah” (la “solución final” que concibió el régimen nazi). 

domingo, 12 de julio de 2015

Del junior político por excelencia en el México de 2015, a los conquistadores y colonos, pasando por "todo lo sólido se desvanece en el aire" y "el fiscal de hierro" mexicano

En 2015 quizá el junior de la clase política más visible en los medios es 
Manuel Velasco Coello, quien a los treinta y dos años se hizo gobernador de Chiapas. Militante del falso "Partido Verde Ecologista de México (PVEM), comulga con el Revolucionario Institucional (PRI), se entiende con Nueva Alianza" y llegó al cargo protegido de paso "por la casta dominante del Partido de la Revolución Democrática (PRD)". 
Su familia es abolengo caciquil puro, que le transfiere su abuelo paterno, gobernador en 1970, y la vicegobernadora actual, como se llama a su madre, Leticia Coello. 
Busco el posible parentesco de esta mujer con un personaje central en la violencia que prepara esta de hoy: Javier Coello Trejo. No encuentro relación después de revisar un rato y lo dejo para concentrarme en quien se conoció como "el fiscal de hierro" mexicano, durante los años ochenta y principios de los noventa. Y con un segundo que se vincula a él: Guillermo González Calderoni, conocido por las autoridades estadounidenses como el Elliot Ness de México. 
A tres días de las elecciones presidenciales de 1988, dentro de un auto se encuentran los cadáveres de Francisco Javier Ovando y Román Gil Hernández. El Frente Nacional Democrático que encabeza Cuauhtémoc Cárdenas los responsabilizó de supervisar la información sobre los votos, a fin de evitar el previsible fraude que se cometería, en efecto.
Muchos años luego González Calderoni afirmará que el asesinato se lo ordena Carlos Salinas de Gortari a Juan García Abrego, jefe del cártel del Golfo.
La Administración para el Control de Drogas (DEA por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos le creerá todo pues el hombre fue subprocurador de justicia encargado en el ramo. El personaje será acusado a su vez por Miguel Ángel Félix Gallardo, El Padrino, fundador del cártel de Sinaloa, de operar con “sus superiores inmediatos” el inaugural gran acuerdo entre altas esferas del gobierno federal y los narcotraficantes, a través de un reparto de plazas a comienzo de la década de 1980. 
Quién sabe si el régimen priista administraba antes los convenios de este tipo. ¿Al hacerlo entonces, la nueva clase política que nos dirige desde 1982 y se propone incorporar al país al modelo neoliberal, propicia la informalidad en todos los ámbitos, incluido el aparato estatal?   

Ese no sería tema para un trabajo sin pretensiones teóricas, como el mío, y aun así debemos considerarlo, pues sin la abierta informalidad se diría incompresible la violencia que sufrimos en 2015. 
En 1988 Emilio Padrilla escribía un libro sobre "el mito de la informalidad", en referencia a la economía urbana prohijada por lo que hoy algunos prefieren llamar hipercapitalismo. Muchos otros autores advertían ya de la suerte de regreso al pasado que representa el reluciente sistema, y para mí, historiador fuera de la academia, cada vez el presente trae a la cabeza el voraz colonialismo en la primera etapa del siglo XIX. 
El genocidio y la abundancia general de sangre era un norma, como en el periodo previo, vinculada a una noción de Carlos Marx: "todo lo sólido se desvanece en el aire". La frase me recordaba un ensayo de Miguel de Montaigne contemplando la expansión marítima europea al arranque, en el Nuevo Continente: “Nuestros ojos son más grandes que nuestros estómagos, y nuestra curiosidad mayor que nuestra capacidad de entender; creemos asirlo todo y apretamos sólo viento”.
El mundo se irrealiza por la "mayor revolución jamás habida en el tiempo y el espacio humanos" y lo que precipita en las mentes de los conquistadores y colonos y de quienes financian las aventuras. En ellas el delirio preside todo y así a los adelantados españoles toma menos de un año despoblar el Haití de hoy, por falsas especies sobre fantásticos depósitos de oro. 
Los asesinatos en masa, los descuartizamientos, la tortura extrema, cualquier exceso vale en tierras que desde el origen son el reino del Maléfico. Puede ejemplificar la historia hasta el infinito, lo mismo en la conquista española y portuguesa del siglo XVI, que en la posterior colonización inglesa, francesa, holandesa. Nos asombraría conocer las descabelladas afirmaciones de la Ilustración, el nacimiento de la ciencia y la filosofía modernas calificando con capricho al Cuarto Continente, lo mismo de corrupto que de imberbe.   
Perdonen el largo paréntesis que espero sirva, y volvamos a los hechos y al personaje que nos trajo hasta aquí, Coello Trejo. 
A tres días de las elecciones presidenciales de 1988, en la madrugada del 3 de julio, dentro de un auto se encuentran los cadáveres de Francisco Javier Ovando y Román Gil Hernández. El Frente Nacional Democrático que encabeza Cuauhtémoc Cárdenas, los responsabilizó al primero de supervisar la información sobre los votos, a fin de evitar el previsible fraude que se cometerá, en efecto.
Muchos años luego Guillermo González Calderoni, llamado por las autoridades estadounidenses el Elliot Ness mexicano, afirmará que el asesinato se lo ordena Carlos Salinas de Gortari a Juan García Abrego, jefe del cártel del Golfo. ¿No tiene información de ello Fernando Gutiérrez Barrios, la figura omnímoda de la Secretaría de Gobernación en su cuarto sexenio allí? 
¿El capo negocia las ejecuciones con quienes también largo tiempo después son instruidos formalmente por los hechos: Javier Serrano Sixtos, agente de la Policía Judicial en el estado de Michoacán, y su hermano Jaime, más tarde jefe de la unidad antisecuestros de la policía ministerial de Guanajuato, según esto en íntima relación con una banda de secuestradores? 
Calderoni será acusado a su vez por Miguel Ángel Félix Gallardo, El Padrino, fundador del cártel de Sinaloa, de operar con “sus superiores inmediatos” un acuerdo entre altas esferas del gobierno federal y los narcotraficantes, a través de un reparto de plazas a comienzo de esa década. 
En realidad cuando el ex subprocurador de justicia es perseguido se le imputa una interminable serie de actividades criminales. Por ejemplo, combatir al cártel del Pacífico a favor del propio García Ábrego y su gente (CARPIZO, CARTA EN LA JORNADA). 
Casi nada se probará en esta colección de actos, entre otras cosas porque nuestro Ness perderá la vida dentro de su auto por un disparo, en McAllen, Texas, al servir de testigo protegido a la agencia antinarcóticos de los Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés). 
Casi nada se probará y nombres y circunstancias pueden equivocarse. No así la constancia de los testimonios sobre los nexos entre el tráfico de drogas, personalidades y sectores de la mayor importancia dentro del Estado y asesinatos políticos –Calderoni achaca a Salinas más muertes, como la de Colosio. 
Al preguntársele a Sergio Aguayo en 2002 sobre el poder político que en su abundancia se precipita con descaro a actos criminales, luego de una recapitulación histórica encuentra el caso emblemático de Javier Coello Trejo.
A este fiscal de hierro de la procuraduría general de justicia a partir de 1988, Calderoni rendirá cuentas desde entonces. En su gestión se le acusa de más de ochocientas violaciones a los derechos humanos. Algunas repiten el proceder en Chihuahua durante los interrogatorios a una pareja de acusados que no se reconocen como narcotraficantes: Armando Prado Mena fallece por las lesiones de la tortura y a Emiliano Olivas Madrigal lo arrojan desde un sexto piso.
Tres casos desbordan las fronteras: el asesinato de Norma Corona Sapién, la compañera de oficio de Digna Ochoa que en Sinaloa investiga la responsabilidad de un subalterno de Coello en la muerte de cuatro personas, y los de los hermanos Héctor, Jaime y Érik Quijano Santoyo.
En el tercero, al amanecer un grupo de agentes baja de una Suburban roja y un Topaz sin placas, y allana las casas de tres estudiantes venezolanos y de un abogado. Al día siguiente la esposa de unos de los jóvenes acude a las oficinas de la Judicial Federal y ve la caminera. Veinte días después en una fosa de dos metros de profundidad aparecen los cadáveres de los cuatro secuestrados, con huellas de tortura y orificios de bala.
El tipo de hombres causantes de estos actos forma la escolta del subprocurador de delitos contra la salud, a la que al poco se le comprueba un para ella alegre jugueteo en el sur de la ciudad de México: ultrajar mujeres. Diecinueve son animadas a levantar cargos. Ni eso ni las recomendaciones de organismos nacionales e internacionales le valdrán castigo directo o indirecto al hombre que Salinas encargó para dar el primer, trascendental golpe dentro del régimen, apresando a Joaquín Hernández Galicia, la Quina, el poderosísimo líder del sindicato petrolero.
En 1993 y para escapar en unos años, cae preso Joaquín el Chapo Guzmán. Las primeras versiones, desmentidas luego, aseguran se encontraba en un rancho de Coello.
El fiscal de hierro parece un personaje que ilustra a la perfección cómo la violencia del régimen priista muda con el peculiar neoliberalismo autóctono. Un periodista de su nativo estado de Chiapas, resume así la historia previa:
“…tuvo, desde sus inicios como agente del Ministerio Publicó en Chiapas, fama de ´duro´, de arreglar sus asuntos por la fuerza pasando por encima de leyes y autoridades. 
“Según el expediente elaborados por  las instituciones de inteligencia del país, el cual consta de mas de 100 paginas, dentro de sus actividades políticas, afiliado al PRI, tuvo cargos administrativos en los gobiernos estatal y federal…
“En Chiapas fue agente del Ministerio Publicó del Fuero Común; secretario general del procurador general; director de la Policía Judicial Estatal en la Procuraduría General de Chiapas; agente del Ministerio Publicó Federal Especial; secretario general de Gobierno en el periodo Absalon Castellanos Domínguez en 1983, de donde es destituido en 1984…
“Su fama como hombre rudo empezó en 1977. Es entonces cuando el presidente de la republica José López Portillo lo designa fiscal especial para el combate a la corrupción, en donde dirigió las investigaciones para consignar a Fausto Cantu Peña, exdirector del inmecafé; Félix Barra García, ex secretario de Comunicaciones y Transportes. Todos ellos funcionarios durante el régimen de Luis Echeverría Álvarez.”
De una dureza y una ambición singulares sirve al régimen tradicional, en resumen, de gran látigo presidencial que castiga a los funcionarios incómodos. Las mudanzas sexenales lo envían de regreso a su estado “ya con fama de rudo”, en carácter de secretario de gobierno del nuevo mandatario local, Absalón Castellanos, de triste recuerdo para sus paisanos, entre otras cosas por los golpes a una movilización campesina sin precedentes próximos, en la misma región de Los Altos donde surgirá el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

Por el cargo, Coello sin duda tiene en ello un papel de primera línea, que no incluye el periodista a quien citamos.